Carminho, una joven portuguesa con un corazón lleno de fado, creció rodeada del sonido y el espíritu de esta tradicional música popular. En el seno de su madre, la también fadista Teresa Siqueira, se desarrolló en un entorno donde la guitarra y la voz eran los instrumentos más comunes. La Taverna do Embuçado, el hogar de sus padres en Lisboa, era el lugar donde se reunían amigos y familiares para cantar y compartir historias, creando un ambiente único que influenció profundamente su formación musical.

Allí, Carminho encontró un espacio seguro donde expresarse sin temor a ser juzgada. Fue en ese ambiente de libertad y creatividad donde descubrió el poder del fado para conectar con la emoción y la memoria. La música se convirtió en una forma de catarsis, de purificación emocional, que le permitía procesar sus sentimientos y experiencias. Al mismo tiempo, el fado se convirtió en un vínculo con su historia y cultura, algo que la conectó con su identidad como portuguesa.

A pesar de crecer rodeada del fado, Carminho no descuidó su formación académica. Su padre, ingeniero por profesión, siempre fue un apoyo sólido y sabio. Aunque él no era un cantante profesional, tenía una gran apreciación por la música tradicional portuguesa y sabía escuchar atentamente. Era alguien que respetaba la cultura del fado y que creía en el valor de la familia. Él siempre decía: «Soy parte de la familia», lo que refleja su compromiso con los valores y las tradiciones familiares.

La educación musical y el apoyo familiar permitieron a Carminho desarrollar sus habilidades vocales y su comprensión del fado. Sin embargo, no fue hasta que comenzó a cantar en público cuando se dio cuenta de la poderosa influencia que ejercía la música sobre las personas. Vio cómo el fado podía unir a las personas, crear una sensación de comunidad y de pertenencia. Fue entonces cuando decidió dedicarse plenamente al fado, como forma de honrar su cultura y su familia.

La vida de Carminho es un testimonio del poder de la música para inspirar y unificar a las personas. Su compromiso con el fado no solo le permite conectarse con su historia y cultura, sino también con la experiencia emocional compartida con sus contemporáneos. En este sentido, su enfoque en la música tradicional portuguesa es una forma de resistir a la desaparición cultural y de preservar el legado de su país.